Desde siempre he sido “bichera”, me hace muy feliz disfrutar de la compañía de mascotas, a quienes, por costumbre convierto en integrantes de la familia; he tenido perros, hamsters, tortugas, cotorritas australianas y peces. Pero jamás había pasado por mi mente tener un gato, tal vez me deje llevar por los mitos que envuelven a estos animalitos.
En el verano del 2007 unos amigos nos habían prestado una casa en un barrio cerrado para pasar unos días de vacaciones. Mis chancletas haciendo uso y abuso de la libertad que se experimenta dentro de la seguridad de sus cercos, salían diariamente de recorrida. Un día se aparecieron con una gatita muy pequeña, atigrada de ojitos traviesos, sabía que ellas tramaban convencerme para adoptarla y antes de que pudieran decir una palabra mi “no” fue rotundo.
Por alguna razón esta simpática gatita comenzó a visitarnos todos los días, a pesar de mis frustrados intentos por alejarla de nosotros. No quería que mis hijas se encariñaran con un animalito que no tenía intenciones de adoptar, la gatita sin nombre soportó todo tipo de sustos para espantarla, incluso algún que otro chorro de sifón, pero ella ya nos había elegido y no se daría por vencida, al final la dejé que compartiera con nosotros los días que nos quedaban en ese lugar.
Cuando llegó la hora de partir y el auto ya estaba cargado listo para traernos de nuevo a casa, ella se colocó a mi lado y me miró con sus ojitos dulces. Sin pensarlo dos veces, la tome en mis brazos y me senté en el auto sin decir una palabra. La familia tenía un nuevo miembro, la llamamos Brigitte.
El viejo Jack (nuestro perro labrador) acepto de buena gana a la recién llegada y soportó estoicamente las interminables prácticas de ataque de la pequeña felina que solo terminaban cuando un leve gruñido de él, le avisaba que era hora de buscar otro divertimento.
La vi crecer sana, alegre, traviesa, se convirtió en la compañera de todos nosotros, ya que a todos nos regalaba su tiempo, sus mimos y sus dulces ronroneos.
A pesar de haber tomado todas las medidas sanitarias y de seguridad, para evitar que saliera de noche, era un hábito que no le podíamos corregir, siempre encontraba la manera de “burlar la seguridad” y salirse con la suya, y cuando regresaba a veces lo hacía con algún plumifero en sus fauces a modo de obsequio.
Cuando Jack enfermó, ella se convirtió en su inseparable compañera hasta el día que tuvo que partir, ambos forjaron una amistad que difícilmente vea alguna vez entre humanos.
Hace dos noches, Brigitte y su atolondrado compañero de aventuras Figazita (gatito de mi sobrino) lograron escaparse, sin imaginar que esa noche sería diferente.
Ninguno de los dos regresó. Fueron brutalmente envenenados por un ser lleno de odio, una basura humana, que no merece tener un solo día de paz en esta tierra.
Mi alma se desgarró de dolor cuando pude encontrarla. Hoy mi corazón tiene una herida donde habita la tristeza.
yo vivo al lado de una mata gatos y mata perros, un ser (y le queda grande la palabra) despreciable. Tengo una beagle y temo que algún día tome represalias si se le escapa algún ladrido demás Qué hermosos son Brigitte y Figazita!!
ResponderEliminarA pesar del dolor inmenso y la impotencia que siento, empapelé toda la cuadra citando la ley de protección animal y agregue en letras grandes: "tenemos un delincuente en la cuadra", revolucione a todos los vecinos, se que no voy a saber nunca quien fue, pero al menos intento que no lo siga haciendo.
ResponderEliminarSi eran muy hermosos Brigitte era una princesa y Figazita todo un personaje.
Gracias
Cariños