domingo, 6 de noviembre de 2011

LA CASA (parte 2)

Como la Joya se entusiasmo con la idea concretar su sueño: ver la casa terminada, sacrificamos gastos y gustos para seguir armándola. Llegó el tiempo de las luces, tarea, que pensé, se realizaría sin mayores contratiempos. Hacía un año el electricista había tenido que rehacer toda la instalación que se había hecho al comienzo de todo, ya que el primer intento lo realizó el electricista del arquitecto y amigo que llevaba la obra, y que resultó ser carpintero de profesión.

Nada se le da facil a esta chica del 60 y pico, Karma, tal vez? Un cementerio indio debajo de los cimientos de la casa? Espiritus jodones aburridos en el mas alla? No tengo la respuesta, pero a veces pienso que, en los confines del Universo, soy el chiste de alguien...

Volviendo a las luces, el dia convenido llega el electricista: un gigante del tamaño de una puerta, con vozarrón potente de toro Brangus y muy pocas pulgas, al que le fui perdiendo el miedo con el paso del tiempo, ya que lo tuve instalado en casa por una larga temporada solucionando el quilombo del carpintero devenido en electricista.

Las primera luces se colocaron rápido y sin problemas, pero a medida que avanzaba la tarea comenzaba a escuchar improperios, rechines de dientes y resoplidos llenos de ira. Tímidamente me acerqué a ver que ocurría: nada que no fuera típico de la casa: el durlero, ese mismo que se había destacado por su trabajo: corto unos cables y aplasto otros con la estructura metálica que sostiene las placas de yeso. Y lo que iba a ser un día de trabajo, se prolongó por una semana. Pero a esta altura del campeonato nada puede afectarme, creo que me he vuelto inmune a los malos ratos, o será que mi estado alterado ya avanzó a un nivel superior?


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