Esta frase es la que se podía leer
entre lineas por parte de los operadores de Edesur, luego de la
tormenta que el martes pasado dejo sin luz gran parte del oeste y
norte de la ciudad. El 08003333787 se convirtió primero en una linea
de informe por falta de suministro, mas tarde en receptor de los mas
variados improperios para terminar solo en atención al posible
suicida.
Mi casa,como muchas de la zona, se vio
afectada con el suministro de energía eléctrica. Uno puede entender que con
semejante diluvio haya algún que otro corte, mas que nada por
seguridad debido a que muchas casas se convirtieron en galochas.
En mi caso, ya acostumbrada a estos
menesteres, sucedió así: La Joya me despertó a las 4:45 con el
famoso llamado de alerta: “gorda, llueve, está entrando agua, no
hay luz,” acompañado de fuerte sacudón para reaccionar rápido.
Como es rutina, por desgracia, a medida
que bajaba las escaleras, puteaba en varios idiomas y me apresuraba a
recordar donde estaban mis gatitos, los baldes y el secador. Por
suerte esta vez no fue tanto, a oscuras ubique a la Joya en un sillòn
(para que no moleste) mientras se lamentaba de que el agua entraba a
borbotones en su estudio (único ambiente alfombrado) y lleve a los gatitos a la habitacion de las chancletas. Rápidamente
saque lo que pude, coloque toallones para absorber lo mas posible y comencè a sacar agua.
Para el mediodía ya todo estaba seco
(menos la alfombra), pero no había luz, ni colegios, ni teléfonos, ni ningún tipo de información real sobre la situación en esta zona.
Para la tarde los llamados al 0800
EDESUR; solo decían que estaban trabajando y daban un numero de
reclamo, las compras del día se redujeron a velas, fósforos y algunas
pilas.
Pasamos la noche a oscuras y sin
novedad.
El segundo día ya no había velas en
los comercios, pude conseguir, con cotización oro, pilas para la
radio, al menos así podía saber que estaba ocurriendo.
Segunda noche a oscuras y sin novedad.
El tercer día, ya bastante calentita
pedí explicaciones al 0800EDESUR, ahí me di cuenta que como
autómatas, los operadores tienen un speech, del cual no se mueven, y
cuando uno les pregunta algo que no saben, como por ejemplo: "cuando
viene la luz?" contestan con voz solemne,”esa información no se la
podemos dar”, ese día comencé a descargar bronca con estos pobres
infelices que cuando uno putea de mas dicen: “sra mantenga las
formas”. Ya atesoraba 10 números de reclamos.
Los celulares los cargábamos en los
bares o en casa de amigos que si tenían luz, como único medio de
comunicación. La chancleta chica tuvo clases. La del medio no. La
mayor se fue a trabajar alumbrando su camino con una linterna.
Ese día las compras fueron dos kilos de
parafina y 3 metros de mechas: pase la tarde haciendo velas.
Tercera noche a oscuras y sin novedad.
Para el cuarto día el mal humor marcaba
arrugas en mi frente, pero una chispa de alegría surgió cuando en
pleno centro comercial apareció de la nada un enorme grupo
elecgtrógeno del tamaño de un acoplado de camión, pensé que por fin,
aunque sea provisorio, tendría algo de luz, y una vocecita interior
me decía: "viste no están solos y desamparados, hay gente que se
ocupa de ustedes". Durante la tarde trabajaron en la caja justo donde
habían puesto el esperpento electrógeno, los operarios de impecable
mameluco azul subían y bajan a la caja de la vereda. La cosa no
pintaba bien, solo una frase hizo estallar al barrio: “No se puede
arreglar” y se fueron sin mas que hacer. A la noche en esa misma
esquina nos atrincheramos detrás de fogatas y con las ya conocidas
cacerolas nos hicimos escuchar, pero nadie nos escucho, solo tres
móviles de la policía custodiaban el gigante estacionado a
modo de carro de feria. No inspirámos miedo, respeto ni lástima.
Cuarta noche a oscuras y sin novedad.
El quinto día voy a Easy a intentar
comprar linternas, velas o algún farolito de gas butano, pero todo
estaba agotado o roto o faltaban las piezas, regresé con las manos
vacías y mucha bronca, ya habíamos notado la presencia de “gente
extraña” mirando el movimiento de las casas, aproveche y me fui a
la comisaria para solicitar presencia policial en la zona, eramos
cuatro o seis cuadras muy oscuras y durante todos los días anteriores no
habíamos visto ni a la federal ni a la metropolitana, estábamos
solos. Escucharon mi reclamo y yo el de ellos (no tenemos móviles), suplique: “aunque sea pasen cada hora, hay gente extraña en el
barrio”. A la noche participe de otro cacerolazo, cortamos calles
incendiamos todos los restos de podas que encontramos, y abollamos
gran parte de los enceres de cocina, nadie vino, ni la policía, ni
los bomberos, incluso, vecinos me contaron que llamaron a radios y
canales, pero nada. Pensé que tal vez por ser de clase media somos
predecibles y nos consideran inofensivos por estar en franca
extinción.
Vimos pasar, a la hora un movíl pero se
dirigía a otro lado, en ese mismo momento nos llegaba un mensaje de
texto que decìa: “intentaron entrar a robar al lado de tu casa”,
corrimos a ver que pasaba, la gente extraña, que ya habíamos visto,
quiso violentar una casa, por suerte sin éxito.
Quinta noche a oscuras y sin novedad,
hicimos vigilia, nadie durmió, tuvimos miedo, nos sentimos solos,
desprotegidos. Somos clase media a nadie le importamos.
Sexto día hora 4:45 se prenden todas
las luces, el milagro se había producido, pero la alegría solo duro una hora. Colegio para una, la otra seguía de feriado, la mayor a
trabajar con linterna en mano. A las 8 regresó y hasta ahora no se
corto. Volvió como se fue, sin decir nada, sin dar una explicación,
sin asumir ninguna responsabilidad. Para EDESUR esto solo fue un desliz.
Somos clase media, nosotros mismos
tendremos que asumir los costos de las reparaciones, tratar de
recuperar la mercadería que del freezer fue a la basura, reponer los
electrodomésticos que se “quemaron” con las idas y vueltas de la
luz, pero también somos los que pagamos los impuestos por que sino
nos cortan los servicios y no nos “colgamos de ningún cable”, los
que nos bancamos los cortes y piquetes, los que tenemos que reparar
nuestros vehículos por tragarnos los enormes baches de las calles,
los que viajamos como ganado en el transporte publico. Somos el blanco fácil a los robos violentos y a las muertes sin sentido
Nosotros somos clase media, ya ni la
policía nos considera dignos de protección.