martes, 20 de marzo de 2012

Y EN LA CALLE CODO A CODO SOMOS MUCHO MAS QUE DOS

Seguramente cada día despertás escuchando que el tránsito es caótico en la gran ciudad, ya sea que te movilices en auto, colectivo, remis y/o taxi las demoras y los inconvenientes cada día son mayores. Ya son muy pocos los que pueden cobrar el presentismo en el trabajo.

Hace años, era común escuchar en una boca calle el legendario: “anda a lavar los platos”, cuando algún animal del sexo opuesto nos obligaba a frenar, por que el derecho de paso lo tenía él, aunque viniera por nuestras izquierda, convencido de que el auto era un invento solo para machos.

Se burlaban, nos gritaban groserías, insultos, nos aturdían a bocinazos, incluso soportamos estoicamente cuando a viva voz gritaban en plena avenida y en horario pico “ Dale, cornuda”, o “Que hacés, Frígida”, era la época de las groserías con altas connotaciones sexuales. Pero, los muy torpes, con semejante vocabulario solo consiguieron hacernos fuertes y convencernos de que en esto, también podíamos ser mejores.

De a poco fuimos tomando coraje, nuestros oídos se tornaron sordos a los improperios, y la confianza nos invadió hasta convertir las calles en autentico campo de batallas sexistas. Los años nos dieron la razón y las encuestas dieron su voto: las mujeres manejamos mejor, somos mas responsables y respetamos las normas de tránsito, a parte con el correr de los años cambiamos cinturón de castidad por cinturón de seguridad: siempre manejamos amarraditas.

Y entonces llego el caos, donde todo el mundo tiene uno, dos o tres autos, donde todos festejan el enorme crecimiento en la industria automotriz, y las concesionarias se secan el cerebro pensado como pueden vender mas autos: y te regalan cuotas, patentamientos y chiches: para el despistado el GPS, para el familiero el dvd portable, para ellas espejito con luces estilo beauty, para el pibe el wifi, incluso la muñeca inflable para el solitario, todo a módicos precios, con eternas financiaciones y un montón de letras diminutas (conocida como guachada argentina), imposible de ser leídas incluso con microscopio electrónico, es justo ahí donde dicen que te abrochan de por vida.

El problema ahora no es sexista, hemos evolucionado, es el espacio, hay autos a rolete, por donde mires, debemos desarrollar el instinto Rambo para sobrevivir y llegar a destino sin un solo rayoncito:
esta la que se maquilla en el semáforo,
el menor de edad (con licencia firmada por papá) con el auto tuneado y provocando en cada esquina una “picada”,
el que escucha música a mas de 300 desibeles con las ventanillas bajas, aún en invierno,
el que se cree muy seguro y se mete en el huequito delante tuyo, que resulto ser muy chico y te hizo añicos la óptica,
el que va por vía rápida pasándose la Philipshafe
los habladores por celulares con sus oficinas móviles,
los que van de memoria (medios dormidos),
los que se van peleando con el o la acompañante,
las que llevan a sus hijos a la escuela y van firmando el cuaderno de comunicaciones sin mirar como cruzan la avenida,
el que se cree "canchero" y cruza con las barreras bajas: si logra pasar suerte para él, si falla, nos "abrochará" a todos los que se nos ocurrió respetar la berrera, por que el tren quedará a mitad de camino por varias horas con un coche convertido en "chapita de cerveza" y trozos de “boludo” por todas partes.

Si, manejar en Buenos Aires es cosa de valientes, y como pinta la cosa solo es posible imaginar que va a empeorar, los que saben nos sugieren movilizarnos en bici, acotando que es mas sano, seguro y ecológico, pero señores, nosotros somos “porteños” y nunca escuchamos los buenos consejos.



miércoles, 7 de marzo de 2012

NUESTRO DIA...TODOS LOS DIAS

En nuestro día, mi mejor regalo, un poco gastado, tal vez muy visto y mal usado, pero nos describe tan bien que quise compartirlo con vos:


"Las mujeres de mi generación son las mejores. Y punto. Hoy tienen cuarenta y pico, incluso cincuenta, y son bellas, muy bellas, pero también serenas, comprensivas, sensatas, y sobre todo, endiabladamente seductoras, esto a pesar de sus incipientes patas de gallo o de esa afectuosa celulitis que capitanea sus muslos, pero que las hace tan humanas, tan reales. Hermosamente reales.

Casi todas, hoy, están casadas o divorciadas, o divorciadas y vueltas a casar, con la idea de no equivocarse en el segundo intento, que a veces es un modo de acercarse al tercero, y al cuarto intento. Qué importa…

Otras, aunque pocas, mantienen una pertinaz soltería y la protegen como una ciudad sitiada que, de cualquier modo, cada tanto abre sus puertas a algún visitante. ¡Qué bellas son, por Dios, las mujeres de mi generación!

Nacidas bajo la era de Acuario, con el influjo de la música de los Beatles, de Bob Dylan… Herederas de la “revolución sexual” de la década del 60 y de las corrientes feministas que, sin embargo recibieron pasadas por varios filtros, ellas supieron combinar libertad con coquetería, emancipación con pasión, reivindicación con seducción.

Jamás vieron en el hombre a un enemigo a pesar de que le cantaron unas cuantas verdades, pues comprendieron que emanciparse era algo más que poner al hombre a trapear el baño o a cambiar el rollo de papel higiénico cuando éste, trágicamente, se acaba, y decidieron pactar para vivir en pareja, esa forma de convivencia que tanto se critica pero que, con el tiempo, resulta ser la única posible, o la mejor, al menos en este mundo y en esta vida.

Son maravillosas y tienen estilo, aún cuando nos hacen sufrir, cuando nos engañan o nos dejan. Usaron faldas hindúes a los 18 años, se cubrieron con suéteres de lana y perdieron su parecido con María, la virgen, en una noche loca de viernes o de sábado después de bailar. Se vistieron de luto por la muerte de Julio Cortázar, hablaron con pasión de política y quisieron cambiar el mundo, bebieron ron cubano y aprendieron de memoria las canciones de Juan y de Pablo.

Adoraban la libertad, algo que hoy le inculcan a sus hijos, lo que nos hace prever tiempos mejores, y, sobre todo, juraron amarnos para toda la vida, algo que sin duda hicieron y que hoy siguen haciendo en su hermosa y seductora madurez. Supieron ser, a pesar de su belleza, reinas bien educadas, poco caprichosas o egoístas, diosas con sangre humana.

El tipo de mujer que, cuando le abren la puerta del carro para que suba, se inclina sobre el asiento y, a su vez, abre la de su pareja desde adentro.

La que recibe a un amigo que sufre a las cuatro de la mañana, aunque sea su ex novio, porque son maravillosas y tienen estilo, aún cuando nos hacen sufrir, cuando nos engañan o nos dejan, pues su sangre no es tan helada como para no escucharnos en esa necesaria y salvadora última noche en la que están dispuestas a servirnos el octavo whisky y a poner, por sexta vez, esa melodía de Santana.

Por eso, para los que nacimos entre las décadas del 40, 50 y 60, el día de la mujer es, en realidad, todos los días del año, cada uno de los días con sus noches y sus amaneceres, que son más bellos, como dice el bolero, cuando estás tú. !Qué bellas son, por Dios, las mujeres de mi generación!

A medida que avanzo en edad, valoro las mujeres que tienen más de cuarenta y cinco, más que a cualquiera. Aquí hay algunas razones de por qué:

Una mujer de más de 45 nunca te va a despertar en la mitad de la noche para preguntarte “¿Qué estás pensando?”. Sencillamente, porque no le interesa lo que estás pensando.

Si una mujer de más de 45 no quiere mirar un partido de fútbol ella no da vueltas alrededor tuyo. Se pone a hacer algo que ella quiere hacer y generalmente es algo mucho más interesante.

Una mujer de más de 45 se conoce lo suficiente como para estar segura de sí misma, de lo que quiere, y de con quién lo quiere, son muy pocas las mujeres de más de 45 a las que les importa lo que tú pienses de lo que ella hace.

Una mujer de más de 45 ya tiene cubierta su cuota de relaciones “importantes” y “compromisos”. Lo último que quiere en su vida es otro amante posesivo.

Las mujeres de más de 45 están dignificadas. Es muy raro que entren en una competencia de gritos en el medio de la ópera o en el medio de un restaurante caro. Por supuesto que si piensan que te lo mereces no van a dudar en dispararte un tiro.

Las mujeres de más de 45 son generalmente generosas en alabanzas. Ellas saben lo que es no ser apreciadas lo suficiente.

Las mujeres de más de 45 tienen suficiente seguridad en sí mismas como para presentarte a sus amigas. Una mujer más joven puede llegar a ignorar hasta a su mejor amiga.

Las mujeres se vuelven psíquicas a medida que pasa el tiempo. No necesitas confesar tus pecados, ellas siempre los saben. Son honestas y directas. Te dicen directamente que eres un imbécil si es lo que sienten sobre ti.

Tenemos muchas cosas buenas que decir de las mujeres de más de 45 y por múltiples razones. Lamentablemente no es recíproco.

Por cada impactante mujer de más de 45, inteligente, bien vestida, sexy, hay un hombre de más de 50…. pelado, gordo, barrigón y con pantalones arrugados haciéndose el gracioso con una chica de 20 años.
Señoras, les pido perdón por ello."


Autor: Santiago Gamboa

Que tengas un maravilloso día.